Sé que has intentado hacer algo al respecto sin obtener los resultados que esperas a largo plazo.

Lo sé bien porque me he formado en éstas temáticas, lo viví en carne propia y he acompañado a decenas de mujeres que viven la misma situación.

Quiero contarte que una razón por la cual muchas de mis consultantes no han podido priorizarse es porque se nos ha tratado como personas de segunda categoría cuyo deseo, opinión, pensamiento y consentimiento ha sido históricamente considerado como menos relevante. 

Somos millones y millones de mujeres que vivimos en una sociedad en donde la supuesta supremacía del hombre nos ha dejado en un espacio privado y pequeño.Probablemente desde que nuestros padres o cuidadores supieron nuestro sexo antes de nacer, ya habían labores, roles, modales, estereotipos y expectativas sobre nuestros pequeños hombros, vinculando un género a  a nuestro sexo biológico. 

Se nos adjudicaron emociones y formas de ser correspondientes a un género, y desde allí no podíamos salir, pues sería feo y masculino, dándonos a entender, de alguna u otra forma que si seguíamos esos parámetros podríamos ser aceptadas, amadas, elegidas, ser bien vistas y desde allí poder adaptarnos a las exigencias y a lo que, paradójicamente nos permitiría (sobre)vivir.

Ni hablar de consentimiento, pues los deseos de hacer algo o no, puede que sea para muchas un privilegio, lo cual es gravísimo. Posiblemente para sobrevivir, es muy posible que muchas hayan tenido que desarrollar la complacencia y la dependencia emocional, buscando aprobación para sentirse amadas.

La anulación, desconocimiento y negación de los propios deseos y necesidades han sido una forma de defensa y adaptación.

También, y muy posiblemente desde allí, puede que muchas hayan desarrollado una dificultad de priorizarse y poner límites por miedo a que las demás personas se molestaran o que hubiera un conflicto o terror a quedarse solas, pues constituiría un acto de rebeldía que pondría en peligro la propia subsistencia en un medio que sin duda alguna, y no por ser ustedes, necesitamos de otros y otras para sentirnos bien. 

No obstante, se trataría de vivir en una paradoja en la que podemos estar muy atrapadas, pues es saber que hay que salir de ahí, pero al mismo tiempo necesitarlo para seguir sobreviviendo, además es lo que ya hemos sabido hacer, es una zona en donde buscamos acomodarnos, pero no es nada cómoda.

Quizás, para cambiar esa realidad puede que sea momento de conectar con la superviviente y crear una ruta amable y clara  y congruente con tu singularidad para poder priorizarte y si has llegado hasta acá, ¿Será que ya es tu momento?

Acá voy y te explico: muchas hemos vivido formas de violencia simbólica, psicológica, física, sexual asociada a nuestro género. No me atrevo a decir que todas, no soy dueña de esa verdad, pero con años de experiencia trabajando con mujeres, sé muy bien que es desgarradoramente común. 

Aquello supone haber atravesado una historia de valentía en donde puede haber sido inevitable y necesario para tú proceso el haber conectado con la sobreviviente, con la víctima que sin duda muchas hemos sido. 

No obstante, cuando reconocemos en nosotras fortalezas, rutas de salida, ganas y disponibilidades psicológicas de atravesar las adversidades, de salir adelante o de sanar las heridas, estamos conectando con la súperviviente, con la súper mujer que a pesar de todo y de tanto hoy se entrega con una valentía que quizás no sabe que fuera tan poderosa para recuperarse y seguir luchando por su bienestar. 

Acá no quiero romantizar ni mucho menos decir “la que quiere puede” frase que me parece horrorosamente violenta y que no debe ser parte de lo que se considera salud mental , simplemente te quiero transmitir que integrar las experiencias de dolor en la medida de lo posible como también las que entretejen un presente y futuro mejor para ti, puede ser tremendamente transformador para tu salud, historia e identidad.

Me enorgullece y alegra poder compartirte testimonios como éste:

“Había tenido psicoterapia antes con buenos resultados, pero había algo que me frenaba y me hacía sentir estancada, lo que me provocaba mucha frustración. Al iniciar terapia con Vania, siento que tengo un lugar seguro, donde puedo sentir sin cuestionar el por qué de ese sentimiento, y he ido superando traumas y trancas de hace mucho tiempo, que racionalmente sabía que debía superar, pero el tiempo no era necesario, sino simplemente dejar fluir este sentimiento y no cuestionarlo. Necesitaba sentir que fuera lo que fuera, mis sentimientos eran válidos. Esto es lo que me ha permitido Vania y sin duda el estar en esta terapia ha sido la mejor decisión que he tomado por y para mí”

Javi, 34 años, Santiago de Chile